Resurrectum by Jorge Dumas

Resurrectum by Jorge Dumas

autor:Jorge Dumas
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Histórico, Novela
publicado: 2015-09-26T22:00:00+00:00


Álex no apartó la vista de mí hasta que, montada en el coche, me perdí en la inmensidad de la Gran Vía madrileña. Los miles de luces que ribeteaban las sólidas construcciones desfilaban delante de mí como un espejismo multicolor. El contorno de la ciudad emergía furioso bajo el manto negro de la noche, mientras la silueta esculpida de Álex se difuminaba en el retrovisor. El tenue resplandor blanco que supuraba la luna me acompañó durante el tranquilo camino de vuelta a casa.

Atravesé la columna vertebral de la capital con una extraña sensación que viajaba por mis venas. Cuando aparqué, tras varias vueltas infructuosas a la manzana, me dirigí al edificio en cuya séptima planta se encontraba mi modesto apartamento. Mis tacones resonaban por la estrecha calle con un sonido hueco y rítmico, pero me bastaron unos pocos pasos para darme cuenta de que esas pisadas enfáticas que repiqueteaban contra el suelo no eran solo mías. De nuevo, aquella extraña presencia que parecía haberse convertido en una segunda sombra se dejaba percibir en la oscuridad de la noche. Inmediatamente después de que tomara conciencia de aquello, un miedo consumado se extendió en pocos segundos por mi cuerpo. Intenté tragar saliva, pero tenía la boca pastosa, como si me hubiera comido todas las algas del lago del Retiro. Un escalofrío reptó por la línea ondulada de mi espalda cuando detrás de mí, a escasos metros, sentí la característica respiración contenida ondear en la atmósfera.

Mis ojos acuchillaron la penumbra, clavándose en una noche inusitadamente oscura, pero no vi a nadie. Aparentemente estaba sola. A mi alrededor, el viento levantó unas hojas del suelo y las arremolinó a mis pies. Solo se oía el murmullo del aire en el tenso silencio que enmarcaba la escena. No sé qué me impidió acelerar el paso y salir corriendo, pero tenté desafiante a aquella etérea presencia parándome en seco. Era como si una fuerza extraña me dominara. Permanecí quieta un instante. Sin mover la cabeza, miré a hurtadillas a los lados, intentando atravesar la oscuridad con la mirada. Entreví el movimiento de una sombra filosa, seguido de la sensación de una mirada clavada en la nuca, que se acentuaba con cada décima de segundo que el péndulo del tiempo hacía suya.

Cuando el miedo dejó algo de sitio en mi cerebro, volví la vista atrás muy lentamente, con sutileza pero segura. Como era fácil suponer, no logré ver nada ni a nadie. Sin embargo, seguí presintiendo un peligro latente a mi alrededor, algo que no lograba captar con el raciocinio.

En la larga y estrecha calle que se abría al frente solo se alcanzaba a ver el juego de sombras entrecruzadas que delineaban el suelo con trazos de mil formas, creando espacios brillantes bajo la claridad de la luna de medianoche.

De pronto, en medio de aquel engañoso silencio cuarteado, en última instancia, por el tamborileo acelerado de mi corazón, un sonido metálico consiguió sobresaltarme. Con las piernas temblorosas, dirigí los ojos hacía el lugar de donde procedía el estruendo.



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